Así, las viejas monedas de oro y plata de la Francia absolutista desaparecieron rápidamente, dejando paso a una ingente cantidad de billetes fiduciarios emitidos por entidades financieras privadas, municipios e incluso comerciantes, un proceso que también se repetiría en España mucho tiempo después, concretamente durante la Guerra Civil, de 1936 a 1939.
Escaso control del Estado
Obviamente, la ingente cantidad de emisores de papel-moneda dificultaba el control estatal del dinero en circulación, razón por la que proliferaron los falsos Asignados, que dicho sea de paso eran bastante fáciles de imitar.Todos estos problemas se hicieron especialmente palpables desde el estallido de la Revolución Francesa hasta la llegada de la etapa conocida como el Directorio, en 1795, cuando los Asignados, cuyo valor se había reducido hasta límites inimaginables a causa de la inflación, dejaron paso a los Mandatos, una especie de billetes que valían 30 veces más que los Asignados. Así pues, el fracaso de los primeros billetes revolucionarios estuvo relacionado, por un lado, con la inflación y, por otro, con la ligereza con la que autoridades y otros organismos emitían papel-moneda, incrementando la desconfianza de los ciudadanos hacia su verdadero valor y, en última instancia, dejando las arcas francesas muy cerca de la bancarrota.
La aparición de nuevos ricos
Sólo entre 1793 y 1795 se pusieron en circulación más de 4.500 millones de Asignados, cuyo valor real se reducía al 25% del nominal, lo que no impidió que el joven Estado liberal francés recaudara a través de este sistema una importante cantidad de dinero que, sumada a lo obtenido por los impuestos y la venta de los bienes eclesiásticos, sirvió para financiar la Revolución Francesa.
Además, los Asignados permitieron que, por primera vez en sus vidas, miles de franceses miserables pudieran comprar determinados bienes, en definitiva, tener posesiones, algo que hasta entonces había estado reservado al clero, la nobleza y, en menor medida, a la incipiente clase burguesa, auténtica impulsora de la Revolución. En este sentido, no fueron escasos los banqueros, comerciantes y especuladores que consiguieron hacerse verdaderamente ricos gracias a este papel-moneda revolucionario.