Hay quien considera que Azes II, soberano del Reino Indoescita durante la segunda mitad del siglo I antes de Cristo, pudo ser uno de los tres Magos portadores de oro, incienso y mirra, pues es coetáneo de Jesucristo y original de Oriente. Una creencia que en buena medida se debe a la existencia de numerosas secuencias numismáticas e inscripciones en las que el rey aparece a caballo, con el brazo en alto, como si estuviera siguiendo a algo, quizás a la estrella de Belén.
Una posibilidad que no termina de coincidir con lo expresado por la tradición literaria e iconográfica cristiana de los primeros siglos después de nuestra era, cuando se llegó a la convicción de que los Magos que visitaron a Jesucristo en el pesebre procedían de Oriente , pero no del Reino Indoescita, sino de Persia (actual Irán).
Entre la historia y la leyenda
Asimismo, el hecho de que estos Magos siguieran a una estrella llevó a los pioneros estudiosos del cristianismo a la conclusión de que también eran astrólogos , ya que era ésta una ciencia muy extendida entre los sabios orientales.
El hecho de que se estos Magos llegaran a ser considerados reyes pudo ser fruto del imaginario popular, pero el caso es que fue San Cesáreo de Arlés el primero en denominarles de este modo, ya en el siglo VI. De hecho, las antiguas pinturas de las Catacumbas los representan sin símbolos reales y San Mateo nada dijo tampoco de esta supuesta realidad.