Una de las provincias de Roma era Judea. Octavio, el fundador del Imperio, es conocido por los lectores de la Biblia como César Augusto, del cual dice San Lucas, en el capítulo 2 versículo 1 de su evangelio:
“Se publicó un edicto… para que todo el mundo se empadrone”. Esto suponía pagar un impuesto en moneda romana. En este sentido, la pieza romana más habitual en la Biblia es el denario.
Al César lo que es del César
Con referencia específica al dinero, en San Mateo (22, 15-22) encontramos la historia de los fariseos que trataron de confundir a Jesús con sus propias palabras preguntándole si era lícito pagar tributo al César.
Jesús le pidió que le mostraran la moneda y del tributo y le trajeron un denario. Jesús lo tomó en la mano y les preguntó: “¿De quién son esa imagen y esa inscripción?” Le contestaron: “Del César”.
Díjoles entonces: “Pues papá al César lo que es del César ya Dios lo que es de Dios”. Esta moneda del tributo era casi con absoluta seguridad un denario de plata de Tiberio, que reinaba en Roma en el año 30 de nuestra era.
Combinación de romano y griego
Otra moneda bíblica es el óbolo de la viuda, del que nos habla San Marcos (12, 41-44). “Se acercó una viuda pobre y echó dos óbolos” y dijo Jesús:
“En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que cuantos echan en el tesoro, pues ellos dan lo que les sobra, pero ella ha echado su miseria y cuanto tenía”.
Dado que en el templo sólo se permitían monedas judías y que la moneda judía de menor valor por entonces era el lepton de cobre, estas dos monedas de valor insignificantes deben de haber sido los mal llamados "óbolos".
Las 30 monedas de la traición.
Las 30 monedas de plata que le pagaron a Judas para que traicionase a Cristo se cree que fueron de más de una clase, pues eran muchos los tipos que circulaban en aquella zona durante el siglo primero.
La más corriente era el siclo de plata de la ciudad fenicia de Tiro. Esta moneda, que muestra la cabeza de un dios pagano, Melkarth, es casi seguro que formaría buena parte de las 30 monedas, y quizás su totalidad.